El comentarista taurino Juan Vicente Rubio, nos remite, con el ruego de su publicación, el siguiente comentario relativo a la expulsión de la Escuela de Tauromaquia de la Región de Murcia del Alumno Jorge Martínez, la cual reproducimos íntegramente a continuación:
JUGUETES ROTOS
Preparando estaba un trabajo sobre Cervantes y el
Quijote, cuando me enteré de la fulminante expulsión de un alumno aventajado de
la Escuela Taurina, Jorge Martínez; al que no conozco personalmente y con el
que no he hablado en mi vida, pero que me emocionó con su toreo una tarde en La
Condomina.
No se si
influido por el Quijote y su empeño en “desfacer entuertos” y socorrer a los
desvalidos o por el recuerdo de mi pasado como profesor docente de la Escuela
Taurina durante varios años, quise enterarme del por qué de la expulsión de un
muchacho al que, sólo con mirarle a la cara, se adivina su forma de ser; cara
que me impactó, por la ilusión que en ella se reflejaba, cuando le vi dando la
vuelta al ruedo con las orejas del novillo que mató en la Feria de Murcia.
Durante
casi cuarenta años, he estado dando clase en un Instituto. Creo que algo sabré
de tratar con adolescentes. Pues bien, durante mi vida docente, jamás he visto
expulsar a nadie de un centro educativo. Si alguien comete una falta, se le
advierte primero y luego, si es oportuno, se sanciona; pero teniendo en cuenta
que estamos con jóvenes a quienes hay que darles siempre otras oportunidades.
Estamos hablando de chicos de 15 o 16 años, que están formándose, no tienen
definida su personalidad y los daños sicológicos pueden ser graves si hacemos
algo mal.
Como me
gusta enterarme de las cosas, me he interesado por saber que falta tan grave
había cometido el muchacho para su fulminante expulsión y he visto que ha sido
apartado de la Escuela por incumplir el artículo 6 del Reglamento de Régimen
Interno, que dice textualmente: ”Los alumnos de la Escuela, mientras
permanezcan bajo la tutela de la misma, podrán participar en otros espectáculos
taurinos, además de los organizados por la propia Escuela, pero para poder
hacerlo, será requisito imprescindible, recabar la autorización expresa del
Director Artístico, explicitando por escrito las condiciones en que son
contratados, y éste le dará el visto bueno, si así lo estima oportuno”.
De lo
que leo, se deduce claramente que se está hablando de espectáculos taurinos, de
festejos, por lo que entiendo que se pida la autorización. Esto se ha hecho
siempre así y me parece bien; pero yo entiendo que el muchacho no ha
participado en ningún festejo taurino, algo para lo que se requiere
autorización gubernativa; como igualmente entiendo lo que se dice en el
Capitulo IV, artículo 7 del citado reglamento, donde se especifica que: En caso de que el alumno sufra algún percance
en tentaderos o festejos no programados o autorizados por la Escuela – como era
el caso-, ésta no se responsabiliza de las consecuencias de los mismos.
El hecho
que desencadenó la expulsión fue que, estando el muchacho con su padre en una
fiesta privada en Lorca, donde un novillero celebraba un día de convivencia con
su peña toreando dos becerras, invitaron a Jorge a que, si quería, les diese
unos muletazos. El muchacho, loco por torear, así lo hizo, bajo la
responsabilidad de su padre quien, por la noche, al regresar a casa, llamó a la
Escuela para contar lo sucedido y que no hubiese malentendidos.
Que gran
pecado. El mayor crimen de todos los crímenes no podía quedar impune. Se reúne
de inmediato el Tribunal Supremo, la Junta Directiva de la Escuela y, sin
atender explicaciones del muchacho ni de su padre, expulsan al alumno. No hace
falta ser jurista para saber que todo el mundo tiene derecho a un juicio justo
y a ser escuchado.
No
quiero entrar en ninguna polémica. Tratar con jóvenes es algo muy difícil y hay
que tener mucho tacto para no hacer algo mal que pueda lesionar su autoestima.
Los que hemos tratado muchos años con alumnos, sabemos que una medida
“pretendidamente educativa” injusta, puede ocasionar efectos contrarios de los
que se buscan al aplicarla. Insisto en que este es un tema complicado que puede
tener graves consecuencias ya que, tras haber manifestado Jorge una vocación
clara de querer ser torero y habiendo observado siempre un comportamiento
educado y correcto, esta expulsión puede suponerle una interrupción y posible
cese de su vocación, lo que puede repercutir negativamente en su situación
emocional, personal y familiar. Sería muy triste perder un torero por una falta
absurda, pero mucho peor sería perder a una persona que puede verse afectada
emocionalmente y fracasar en sus estudios. Esto si sería grave y una
Institución que se pretende educativa, como es la Escuela Taurina, tiene que
tener esto en cuenta, ya que sus responsables siempre dicen que aquí se les
forma como toreros y como personas.
Con educación
y respeto he expresado lo que siento. He defendido siempre la necesidad de una
Escuela Taurina y hago todo lo que puedo por defender la Fiesta, más necesitada
que nunca de la unidad de todos los que la sentimos como nuestra.
Me
gustaría que, cuando se den cuenta del error cometido, no sea tarde. “Errare
humanun est”, que traducido al murciano quiere decir que equivocarse es de
humanos. Es posible que el muchacho se equivocara, pero es más grave la
equivocación de quienes han juzgado y condenado al muchacho, sin escuchar sus
razones. Nada ni nadie puede compensar el daño a un inocente. Por eso, si errar
es de humanos, creo que rectificar es de sabios y espero y deseo que de nuevo
se abran las puertas de la Escuela a quien, con toda su alma, sólo desea ser
torero.
JUAN VICENTE
RUBIO SÁNCHEZ
Con este escrito damos por zanjado este tema en Feria Taurina, al considerar que ya se han puesto varios comentarios de nuestros lectores al respecto. Dejando, eso sí, la puerta abierta a la Escuela de Tauromaquia de la Región de Murcia para su lógica y legal contestación a cuantos han escrito sobre el tema y para dar las explicaciones al respecto que estimen convenientes sobre este asunto.
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