Rubén Pinar: "El
torero tiene miedo a asumir que puede salir un toro al que no sea capaz de
cuajar"
El
matador de Tobarra y el ganadero Jorge Ibáñez estuvieron en el Martes Taurino
Crecieron
juntos en el campo y ahí les entró el "gusanillo" de los toros, pero
uno siguió su carrera de matador y el otro se centró en el campo, en la
ganadería de reses bravas que lleva el hierro de Nazario Ibáñez.
Rubén
Pinar y Jorge Ibáñez compartieron hoy tertulia en el Museo Taurino y recordaron
el grave percance del torero de Torralba el pasado diciembre mientras tentaba en la ganadería yeclana, donde fue
volteado por un toro y sufrió traumatismo craneoencefálico. De hecho, Pinar
realizaba en Murcia su primera comparecencia pública, gesto que agradeció el público
presente.
"Va
todo por buen camino y espero que en menos de un mes podré torear en el campo y
entrenar más fuerte. Si a eso le unimos la ilusión por volver a torear, todo
hace pensar que el camino que sigo es el correcto", dijo Pinar, natural de
una aldea cercana a Torralba, Santiago, pero criado en Caudete.
El
torero revivió así el momento del accidente. "Tuve la mala suerte de que
me cogiera cuando torearaba con la mano izquierda. Me corneó en la sien y luego
me di un golpe muy fuerte. Cuando desperté en el hospital lo primero que
pregunté fue cómo había estado con el toro, aunque al principio creía que el
golpe había sido por un accidente de coche", comentó Pinar, que ha sido
consciente, tras la operación a la que debió someterse, del peligro que corrió.
"Mucha gente me ha ayudado y eso conribuye a que me recupere mejor. La
manera de devolver el cariño que he recibido es toreando en una plaza
importante y cortando dos orejas", sentenció.
Ibáñez
reconoció su consternación en los primeros momentos. "Pensaba que se nos
moría en la plaza y llegó a estar casi diez minutos inconsciente, con problemas
para respirar", apuntó el ganadero, que entabló amistad temprana con el
torero y dijo sentirse "plenamente feliz" por su vida entre toros
bravos.
"La
ganadería está ahora en un buen momento después de haber pagado la
inexperiencia y los errores del inicio, porque mi padre quería tener una
ganadería brava pero no sabía tanto de toros. Yo tenía diez u once años cuando
mi padre empieza la ganadería y fue cuando me puse por primera vez delante de
una becerra", contó. Fue el mismo caso que Pinar, que pudo criarse en la
ganadería de Nazario Ibáñez, ya que estaba al lado de su casa. "Era donde
quería, disfrutando, y por eso pedía a mi padre que me llevara a ver un
tentadero y a echar un día con Jorge, que ya estaba entrenando. Aquello me
aportó mucho", dijo.
También
a Jorge Ibáñez, que con catorce años aparcó la ganadería para cumplir el sueño
de ser torero. "Debía centrarme en torear porque esta profesión exige
estar en ella al 100%", dijo el ganadero, que mantiene un excelente
recuerdo de su periplo como matador, "que fue lo más grande que me pudo
pasar, la mejor etapa de mi vida".
Sobre
su pasado de torero, salió varias veces en su relato que todo fue demasiado
rápido. "Estuve en plazas importantes como novillero muy pronto, sin estar
rodado. En Córdoba, Valencia, Barcelona...Pero una tarde en Madrid me salió el
toro y eso me llevó a tomar la alternativa en Murcia", contó Ibáñez, que
quiso distinguir entre "torear en el campo y pegar veinte pases buenos a
una becerra que estar en la plaza, por eso me di cuenta de que mi etapa como
torero había terminado".
Por
su parte, Rubén Pinar fue considerado un niño prodigio del toreo, ya que con
ocho años ya participaba en algún festival e incluso toreó en Méjico. "En
esa época lo que más se tiene es ilusión. Ves que vas a triunfar porque eres el
centro de atención y cortas siempre dos orejas y rabo. Pensaba que iba a ser
figura del toreo. Ahora lo pienso y no soy muy partidario de empezar tan
joven", confesó Pinar, quien debutón con caballos con 16 años. "Me lo
pasé muy bien pero te das cuenta de todas las cosas que te faltan, como la
madurez necesaria para ser torero".
Ahora,
a sus 23 años, Pinar se considera más asentado y consciente de más cosas, como
el miedo del torero a asumir que puede salir un toro que no sea capaz de
cuajarlo. "La madurez llega con el paso del tiempo y veo ahora muchas
faenas que ojalá hubiera podido aprovechar. Con 18 años no piensas lo mismo que
con 23 y así me ha pasado. Que he ido pasando de torear 40 tardes a 20 y luego
a nueve. Es duro pero también te sirve porque te conciencia de que tienes que
trabajar y remontar", explicó.
Y
esa sensación está dando el torero de Albacete porque ha "reseteado".
"He tenido sensación de partír de cero porque antes salía a hombros de
Madrid y ahora toreo poco. El año pasado ya hicimos una remontada importante;
toreé 22 corridas y cuajé una buena tarde en Madrid. Ahora sigo en esa línea
para empezar la temporada mentalizado", concluyó.
Esa
esperanza de triunfo también es compartida por Jorge Ibáñez, que con su trabajo
ha conseguido que el nombre de Nazario Ibáñez haya crecido en los últimos años.
La
noche terminó con el visionado de una serie de documentos históricos
recopilados por el periodista taurino Guillermo Lorente, en los que se veía a
Rubén Pinar de niño toreando en algunos festejos. Además, en otro de los vídeos
se le pudo ver entrevistado por un histórico del periodismo taurino, Manuel Molés,
cuando con apenas nueve años declaró su firme intención de ser torero.
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